DE UN MIERES LEJANO

El siguiente texto está extraído del libro “Noticias históricas sobre Mieres y su concejo” (pp. 211-232), cuyo coordinador es Julio León Costales y que fue editado por el Ayto. de Mieres en 1995.

 

Un prestigioso periodista mierense de la época escribía, por aquellos años en que se construía la nueva sede municipal, acerca de un Mieres bucólico, cuyas excelencias de su extensa vega causaban la admiración de cuantos tenían ocasión de visitar aquellos lugares apacibles, rodeados de bosques frondosos y regados por ríos y arroyos de aguas cristalinas, cuyos parajes fueron ensalzados por muchos viajeros y mo­radores accidentales o nativos de esta villa, cuyas viviendas estaban alinea­das a lo largo de la carretera, en la falda de la montaña situada en la margen derecha del Caudal, alejadas lo más posible del río para evitar sus temibles avenidas, dejando además los mejores terrenos de la vega para su cultivo. Caso similar al de las aldeas que se asentaban en los terrenos más pedrego­sos e infértiles, situados generalmente sobre las llosas destinadas para la siem­bra, de cuyos productos del campo vivían. Decía un refrán a este respecto: «Casa donde cupieres y hacienda la que pudieres».

La villa de Mieres estaba compuesta por una serie de caseríos y lugares que, siguiendo el curso del río, recibían los nombres de: Bazuelo, Ventamoyá, la Campa, la Cay, la Güertiquina, la Paraxuela, la Alcantarilla, Sobrelavega, la Pasera, la Campeta, Arriondo, Casarrabona, Réquejo, la Rotella, Oñón, Arroxo, y a continuación, la Caseta, la Peña y el Cañu de la Salud. De ahí aquel dicho que se hizo popular en nuestra localidad, en palabras de un an­daluz que vino aquí en el siglo pasado: «Mieres ni es ciudad ni es villa, y es más larga que Sevilla»

Dejemos ahora al cronista el relato que de aquellos lugares hacia en 1861: «…El territorio de Mieres, aunque quebrado, es de lo más fértil de Asturias, además de que la vega que allí forma el rio es muy extensa y fértilísima. Do­mina en ella el terreno arcilloso, resultado de la descomposición de los ex­quisitos aluminosos, que, combinados con los despojos del carbón, y contan­do con aguas cargadas de sustancias animales que bajan de la carretera que desciende del puerto, y particularmente con los estiércoles que allí se des­perdician, dan a los campos por ellas regados una frondosidad asombrosa. Unase a esto la alta temperatura que allí reina, particularmente en verano, debida a la posición topográfica y a la naturaleza y calor del terreno, y se verá que, sin ningún género de exageración, Mieres es el concejo más fértil de Asturias, como se puede ver prácticamente atendida la cantidad y volu­men de sus producciones, que son el maíz, las alubias, la escanda, las avella­nas y castañas, que no es el décimo de lo que debiera ser, como así mismo la sidra.

Los árboles que se desarrollan con más facilidad son el nogal, el castaño, el avellano, el manzano, el peral, la higuera y otros muchos frutales; y entre los selváticos descuellan el aliso, el olmo, el chopo, en los terrenos bajos; el roble en los medios y él haya y algunos abedules en los más templados, sin otros muchos que seria largo enumerar.

Su flora es muy rica y variada; igualmente abundan los animales y pájaros silvestres, pero la salvaje diversión de entretenerse en matarlos, ha disminui­do considerablemente su número; así es que en la actualidad parecen mucho más tristes sus placenteros bosques, que conocí en mi niñez inundados de arrendajos, tordos y mirlos, y muy abundantes en torcaces, buhos de espe­cies diversas y otros innumerables pajaritos de canto; tampoco sé ven los cor­zos, cerbales y ardillas, conservándose algunos tejones, y las liebres y perdi­ces que antes abundaban, son en el día escasos…».

LA PORTILLA DE LA LLOSA

«La entrada a la vega se hacía por una portilla de madera, que todos llamaban, en bable, portiecha. Esta portiecha llegó a hacerse famosa en toda As­turias y se generalizó un dicho que quería reflejar de forma gráfica y expresi­va el valor de la inteligencia de las personas. Frecuentemente se decía en discusiones y disputas personales: «tienes la cabeza tan cerrada como laportiecha de la vega».

En realidad la vega tenía muchas portillas, si bien la principal estaba al comienzo del camino que partía frente a la iglesia a orillas del río San Juan, pasando luego por el solar que hoy ocupan la casa del Pueblo y plaza del mercado, para cruzar por Camposagrado y seguir a la Villa, devidiendo en dos partes la vega. De este camino partían otros secundarios para las diferentes heredades.

De estos terrenos dependía la subsistencia de los mierenses que se opusie­ron al paso del ferrocarril a causa de ellos. Hoy día, aquellos relatos forman parte de esa pequeña historia de un pueblo rural y campesino, que se trans­formó por la riqueza del subsuelo en industrial de primer orden, sin abando­nar su antigua condición agrícola y ganadera.

MOLINOS, RABILES, HORREOS Y PANERAS

Hórreo de El Acebo

El concejo de Mieres, hasta que llegaron las industrias del hierro y carbón, y aun hasta finales del siglo pasado, tenía como principal medio de vida la agricultura y ganadéría, viviendo sus moradores entregados a las faenas del campo y a la artesanía. Había constructores de hórreos, hornos de cocer pan, lagares, molinos y rabiles para limpiar la escanda, cairos, aperos de labranza, madreñeros, herreros, constructores de gaitas, hilanderas y tejedoras, etc.

Una prueba de la pujanza campesina de este municipio eran los mu­chos hórreos y paneras existentes to­davía a principios del siglo actual, que pueden calcularse en un millar, habiendo desaparecido un sesenta por ciento de los mismos. No existen estadísticas oficiales, si bien hemos realizado un detallado estudio de los habidos en el valle de San Juan, aldea por aldea, consultando a los más ancianos del lugar, y rea­lizado en 1970. Hubo en aquella zo­na unos 110, de los que se conser­van poco más de cuarenta, algunos en ruinas o deformada su primitiva estructura. Aldeas como Santa Rosa, donde desaparecieron siete; Planta, cuatro; y tres en muchos otros lugares, completan la lista de los desaparecidos. Calculando la misma proporción en el resto del concejo, nos dan las cifras aproximadas.

De aquellos inigualables graneros pendían las doradas ristras de maíz, al igual que en los corredores de las casas algunas de las cuales tenían dos que aparecían repletos de ese cereal de tan múltiples usos en nuestras al­deas. La recogida del maíz y las esfueyas eran vistosas estampas aldeanas, lo mismo que las andechas para recolección de la escanda, que se completa­ba con las faenas en las eras y más tarde en los rabiles para limpiar el grano. De estos hubo en el valle de San Juan unos treinta, y en el concejo más de doscientos, de los que se conservan algunos ejemplares perfectamente con­servados bajo los hórreos u otras edificaciones.

Como consecuencia de la siembra intensiva de escanda y maíz, eran nu­merosos los molinos harineros existentes en el concejo, aprovechando el cauce de ríos y arroyos, donde se llevaba al molturar el grano o cebera, que luego se convertía en sabrosos panes de escanda o boroña. Una tarea peculiar era la de arroxar el fomo, para cocer las hogazas, que luego duraban varios días. Como todas las familias no disponían de horno, a veces se juntaban dos o más que arroxaban en casa de algún vecino, todavía pueden verse muchos hornos adosados a las viejas casas de las aldeas, como un signo de aquellos tiempos.

Los molinos eran maquileros cuando pertenecían a un sólo dueño, o de veceros, cuando eran varios los propietarios que molían el día que les corres­pondiese.

A principios de siglo, durante la época de gran actividad, puede calcularse hubo en funcionamiento más de dos centenares de molinos en el concejo, de los que unos veinticinco estaban en el valle de San Juan. Por los años 1959-60, había censados en el ayuntamiento medio centenar de ellos con alguna actividad, cuya relación de propietarios se detalla en una estadística municipal.

Pasera

LAGARES

En el concejo de Mieres había en el primer tercio de siglo más de cien lagares industriales, y eran sitio de reunión en las tertulias’ de familiares o amigos para celebrar alguna comida en sociedad. Un ramo de laurel sobre la puerta de entrada indicaba que allí había una espicha. Dentro, frente a la pipa, una mesa con lo pinchos tradicionales: tortillas, huevos cocidos, ba­calao, chorizos, jamón, queso y un largo etcétera, en torno a los cuales siem­pre se terminaba en alegres canciones y se formaban coríquinos que ameni­zaban la velada.

Jorge Vigón, al hablar de este tema en uno de sus trabajos, parece que define el paisaje de Mieres visto desde un lagar: «La sidra suele originar, co­mo creo haber indicado ya, una razonable propensión al canto. Ese canto que es habitualmente melancólico, moroso y sugiere la imagen de un perfil de montaña con largas líneas sinuosas y, de pronto, con una ordenada violenta, como un pico: un agudo sostenido, retador y desgarrado».

En Mieres existían catorces de estos lagares para la fabricación y venta de « sidra, así llamados: Ultramar, El llobu y Martinín, en Oñón. Llagar del sacu» en Requejo. En la plaza del mismo nombre el de Benedicto. El de Pello en Polear. Puerto Rico, frente a la iglesia de San Juan, río abajo. Urbano, en la Pasera. Tomillos, cerca de la plaza de abastos. Archena, en Camposagrado. Barranco del Lobo, donde hoy está el parque. Santos Velasco, en Arriondo. Gerardo Molleda y Llagaron de Pepa Carlones, en la Villa.

En la actualidad las espichas siguen siendo motivo de reunión en torno a las bien repletas mesas, «fiestas mayores del comer y del beber». En Mieres hay una zona de tradición sidrera como es la plaza del Requejo, en medio de la cual se levanta un monumento al escanciador de sidra, obra del escul­tor mierense don José Manuel Félix Magdalena, que fue inaugurado el día cinco de junio de 1982.

Son muy numerosos los pequeños lagares familiares existentes en el con­cejo, siendo por el contrario escasos los industriales, caso opuesto al de las primeras décadas del siglo.

VINATERAS

Los Macabeos, en Camposagrado. Vidal Gutiérrez, en la Panera, luego cam­bió a J. Ibrán. Esteban Villada, en la Villa. Montoto, en Ventamoyá, antiguo mesón. Victorino Ordóñez, hacia la Alcantarilla. Había asimismo tabernas con denominaciones exóticas, como: «El huerto del francés» y el «Transversal», en Requejo.

CAFES

Se citan en primer lugar los cafés-teatro o de bailarinas como se conocían los mismos. Femandito, en la Pasera. Fue el primero que hubo en Mieres en esa especialidad. Carolina, en Camposagrado. Argentino, (después Paláu) y Franco Astur, en la calle Jerónimo Ibrán.

Otros cafés: Círculo Católico (hoy café Chus), donde había teatro moral y educativo para los socios. Pepita, en la plaza de Requejo. Fue el último en servir «capilés» en Mieres. (El capilé era otro medio café con gotas de licor). Elena, en la Pasera, esquina a G. Schultz. Ardura, en la Pasera, llamado del «trapu». (El dueño era sastre y de ahí el apodo). Victoria, en G. Schultz, (donde primero hubo gramola para escuchar música). Antonio y Manolo, en el antiguo mesón de la Pasera. Rubinat, en Requejo, y América, junto á la plaza.

Anuncio de un café-teatro

SALAS DE TEATRO – CINE

El primer local destinado a teatro en Mieres, estaba situado en la Pasera donde hoy se alza el cine Esperanza, y construido en madera. Denominado «Salón de Variedades», fue demolido en 1905. Posteriormente Mieres llegó a contar con cuatro salas dedicadas a teatro-cine, siendo el más antiguo el salón Novedades, levantado hacia 1908. Sito en la calle G. Schultz, allí permaneció por espacio de cerca de ochenta años, hasta su derribo en 1985, siendo una de las salas más populares.

En fecha aproximada se alza el teatro Pombo en la misma calle, esquina a la Pasera, que fue otra de las salas legendarias de esta villa, desaparecido en la década de los setenta. Los primeros años las películas eran mudas, y había un locutor para ir explicando el argumento.

El año 1933 constituye un acontecimiento la llegada a Mieres del teatro universitario La Barraca, al frente de cuya compañía venía el poeta Federico García Lorca. Corría el mes de agosto y pasan cuatro días en esta villa, don­de tienen una sola actuación en el salón teatro Argentino, desnués Palau.

Un nuevo cinema aparece en 1942: el Esperanza, que con el teatro Capítol son los que aún quedan en pie. Este último inaugurado el día 16 de junio de 1951, con un concierto de la Sinfónica de Madrid. En esta sala se han celebrado los Festivales de España durante las fiestas de San Juan, desde 1961 al 65, y en 1968.

En el resto del concejo han desaparecido todas las salas dedicadas a cine. Estaban ubicadas en los siguientes lugares: Cuatro en Turón; una en Urbiés, Figaredo, Santa Cruz, Ujo, Cenera, Rioturbio, Vegadotos, Ablaña y La Pere­da. En otros pueblos también se celebraron sesiones ocasionales en locales improvisados. La televisión y otras formas modernas de entretenimiento aca­baron con unos locales que fueran cita de millares de espectadores durante más de cincuenta años.

La afición teatral en Mieres estuvo muy arraigada merced a las numerosas compañías de aficionados repartidas por el concejo, que representaban obras de todo género, dramático, de humor, asturiano, etc. También en las escue­las había grupos de los que salían actores para aquellas compañías de mayo­res que tuvieron gran acogida popular.

Jardínes del Ayuntamiento

CASAS DE COMIDAS

«Mieres, desde siempre —y sus casas de comidas son la más pura muéstra­se aferró a la vieja cocina y en ella parece continuar: Potajes y fabadas, caza y pitu con arbeyos, casadielles o frixuelos, son, entre otros sus principales platos. Aunque ahora, y para bien de todos, las cartas de los restaurantes, se enriquecen con otros importantes, sin olvidar los conocidos y famosos que han dado prestigio internacional a la mesa asturiana».

Fueron famosas las guisanderas, mondongueras, reposteras y confiteras de esta comarca, como lo siguen siendo en la actualidad las seguidoras de aque­lla tradición. Unas y otras han editado libros de recetas culinarias de sabro­sos platos, que así lo acreditan.

Las principales casas de comidas existentes en Mieres en las primeras dé­cadas del siglo eran la de Frutos Vega, en la Pasera. Después pasó al «extrarradio», que era la calle J. Ibrán. La Madrileña, junto a la plaza. Casa Villa, en Requejo, cambiando más tarde de lugar. Casa Camporro, junto, a la plaza, luego cambió. Fonda Asturias, calle Alejandro Pidal. Las Delicias, frente a la anterior. Casa Lebrel, en Oñón. Casa Urbano, en la Pasera. Fonda Victoria, en la Pasera. Casa Cayo, en Requejo. Hotel Amparo, en la Villa. En la plaza de abastos servían asimismo comidas las famosas cocineras Hortensia y Jenara. Ambas hermanas prepararon el menú servido en el Polear en ho­menaje a Hernández Cata, embajador de Cuba en España, con motivo de una conferencia pronunciada en el Ateneo de Mieres en 1927.

A continuación se citan algunas de las especialidades culinarias que po­dían degustarse tanto en las casas de comidas como en cualquier domicilio, donde había asimismo excelentes cocineras y reposteras.

«Sopas: De gallina, sin pasta, con menudos y curruscos de pan. De hígado de cerdo del día de la matanza que se ofrecía a los participantes de la misma. De manteca, con sopas turraes en el homo. De leche y azúcar. De ajo.

Potajes: Pote mierense con rabadal. Pote de antroxu fabes, verdura, pa­tatas y compangu. Fabada. Arbeyos con jamón. Menestra de carne. Chamucu guisado. Conejo asado. Pitu con arbeyos. Nabos con compangu, Rau con patatines. Callos. Pisto de cebolla. Hígado encebollado, particularmente el día de la matanza.

Embutidos: Llonganiza, moscancia, xuanicu, bollos preñaos, chorizos a la brasa. Empanada de chorizo y jamón.

Postres: Pegarata del ramu, que los padrinos regalan a sus ahijados por Pascua. Arroz con leche. Bizcochón con nates de casa. Borrachinos de pan. Consejos Paserinos o rosquillines. Tarta Dalia o Jardín de Mieres. Tarta de almendra. Casadielles, fritas o al homo; de nuez, harina y azúcar. Frixuelos, de harina, leche y huevos. Se hacían todo el año, pero especialmente por Antroxu. (Se decía que si no había frixuelos no era Carnaval). Payuelas, se­mejantes a los frixuelos. Queso de Urbiés. Cuayá de; leche. Manzanas asadas con ponche asturiano. Castañes afarolaes, al forao o asaes, para tomar con sidra dulce. Castañes pulguines, corbates o mayuques del xardu.

Panes: De escanda. De maíz, o boroña y torta al Har.»

TERTULIAS

La celebración de tertulias era costumbre frecuente en nuestra villa, sien­do los lugares propicios las boticas, pero lo mismo podían tener cabida en librerías, ferreterías u otros establecimientos comerciales.

La farmacia de Granda fue en sus primeros tiempos la única existente en todo el concejo. José Pío Fernández de la Granda había nacido en la Pasera, el lugar más concurrido de toda la villa, siendo testigo de los aconteceres de toda una época, continuando en este lugar hasta su desaparición en 1932.

«La tertulia en la rebotica tuvo gran importancia social, dando cobijo en ella al caer de la tarde a numerosas personas, en general gente importante en sus respectivas profesiones, el juez, el registrador, médicos, veterinario, el cura y algunas damas de la localidad, que en grupo aparte, comentaban con la mujer del boticario los últimos acontecimientos de la villa. Se conver­tía la rebotica entonces en casinillo de pueblo, donde además de jugarse el dinero al tresillo, se discutía de todo y se brindaban soluciones a los proble­mas locales, seguros de poder resolver los asuntos municipales, conscientes, que a veces tenían una duración desusada como una necesidad social, rom­piendo la monotonía del quehacer diario.

El doctor Vital Aza, que asistía a esta tertulia en sus vacaciones de verano, se inspiró en ella para escribir La Rebotica, sainete estrenado en el teatro Lara de Madrid, el 7 de marzo de 1895».

De otra tertulia escribían así: «En esta entrada se halla la librería Cultura que su propietario, el concejal don Luis Fernández Cabeza, ha convertido en centro de reunión y agitación cultural de la villa. Allí se reúne con fre­cuencia el grupo literario que edita «El Pregonero de San Juan». En aquella tertulia nacería el semanario Comarca, que se mantuvo desde 1956 a 1970, mereciendo su director la felicitación de la Corporación mierense, con moti­vo de la aparición del ejemplar n° 500.

Palacio Justicia

REGISTRO CIVIL Y PARTIDO JUDICIAL

Una Ley de 3 de febrero de 1823 trató de introducir un Registro Civil en­comendado a los Secretarios de los Ayuntamientos; tentativa que no tuvo éxito. Otro Decreto de 24 de enero de 1841 volvió a pretender instaurar tal sistema, fracasando igualmente, de manera que los Registros Parroquiales continuaron desempeñando las funciones que, en este sentido, desde anti­guo les estaban atribuidas.

En el archivo municipal de Mieres existen aquellos libros de registro de nacidos, casados y fallecidos desde el año 1841 a 1868, que tuvieron vigen­cia en el Ayuntamiento cumpliendo el Decreto mencionado.

Al aprobarse la Constitución de 1869, el Estado decidió asumir la función del Registro Civil; y a tal efecto, el 17 de julio de 1870, se promulga la deno­minada «Ley Provisional del Registro Civil», que con sú Reglamenta de 13 de diciembre de.1870, han constituido la armazón del sistema que ha venido rigiendo.

Las oficinas correspondientes se ubicaron en él ayuntamiento, hasta que en 1945 se inaugura el edificio destinado para este fin, sito en la Villa.

Mieres, que consiguió su emancipación del concejo de Lena en 1837, se­guiría dependiendo de aquel Partido Judicial casi otros cien años, hasta 1924 cuando se crea el de esta villa, pasando a ocupar las dependencias del Juzga­do de 1ª Instancia e Instrucción diversos locales provisionales, hasta la inau­guración en mayo de 1983 del moderno edificio que alberga aquellos servi­cios, y situado en las inmediaciones del ayuntamiento.

El Registro de la Propiedad se creó en Mieres por Decreto del Ministerio de Justicia de 8 de noviembre de 1946, como resultado de las gestiones he­chas por el Ayuntamiento en tal sentido.

Otro Organismo oficial cual es la Magistratura de Trabajo, viene desempe­ñando sus funciones en Mieres desde el año 1953.

EL MONUMENTO A TEODORO CUESTA

Mieres erigió un monumento a su poeta del bable más representativo, acor­dando el Ayuntamiento una aportación para el mismo, que fue aprobada en sesión del 29 de abril de 1927, en la que se dice: «Acto seguido se dio cuenta de la instancia por varios vecinos de este concejo, en comisión pro-monumento a Teodoro Cuesta, solicitando una subvención para dar realización al pro­yecto de monumento ideado por el escultor don Arturo Sordo, aprovechan­do la circunstancia de celebrarse el próximo año de 1929 el primer centena­rio de su nacimiento.

Teodoro Cuesta

La Corporación, unánimemente acordó conceder cincuenta mil pesetas para el monumento que se ha proyectado erigir en esta villa en honor de su pre­claro hijo, el insigne poeta Teodoro Cuesta».

Monumento que tuvo como primer emplazamiento la plaza situada frente al ayuntamiento, lugar conocido como «El Fuerte», donde permaneció hasta su traslado al Parque Jovellanos en la década de los cincuenta. En el año 1978 vuelve a sufrir otro traslado aquella estatua errante, esta vez a la Pase­ra, frente a la casa natal del poeta, y que tal vez no debiera de haber salido de su primitivo emplazamiento, considerado como el lugar idóneo. Hoy día puede decirse que se halla bastante desaliñado, como su entorno carente de zona verde y protección. En la actualidad se estudia el proyecto de reforma de la plaza de La Pasera donde se halla el monumento, dando un nuevo as­pecto más acogedor al lugar.

Detalle del monumento a Teodoro CuestaEn mayo de aquel año se celebra la inauguración del monumento en la Pasera, asistiendo un bisnieto del poeta. Se convocó un concurso de poesía en bable que ganó el mierense Ju­lián Burgos, leyendo su trabajo den tro de los actos.

El día 3 de septiembre de 1941, tiene lugar en el Cine Novedades un homenaje a Teodoro Cuesta, orga­nizado por el Ayuntamiento, con motivo del II Curso de Verano en Mieres, dando lectura a un poema en bable su autor Fausto Vigil

Mieres ha sido cuna de otros buenos poetas del bable, entre los que: cabe destacar algunos, como Joaquín Álvarez Robles, Rufino Martínez Vázquez, Ángel Menéndez (Anxelu), Benjamín Álvarez (Benxa), Laudelino León, Cirino Hevia, Luis Aure­lio, Florina Alias, César Rubín, Julian Burgos, Nel Amaro y otros.

Proyecto de reforma de la plaza

 

Torre del Templo de San JuanVista panóramica de Mieres 1893