El concejo de Mieres fue creado como tal en el año 1.836, si bien comenzó oficialmente su existencia el día 1 de Enero de 1.837. No obstante, el mismo ya había tenido cierta independencia por lo menos desde el siglo XVIII, aludiendo ya, en aquella época, a la jurisdicción de Mieres del Camino dentro del concejo de Lena, al que perteneció hasta el año 1836 y cuyos límites iban desde Arbas del Puerto hasta el Padrún. También hay que señalar que durante los últimos años de la Guerra de la Independencia, por lo menos en el año 1.813, Mieres fue ayuntamiento, del mismo modo que durante el Trienio Liberal, entre los años 1.820 y 1.823, aunque en este periodo el actual término municipal estuvo dividido en dos concejos, concretamente los de Mieres y Villarejo, que se repartieron las distintas parroquias.

Mieres, que durante muchísimos años vivío de la agricultura y de la ganadería, con una economía prácticamente de subsistencia, tuvo, dentro de sus límites geográficos, las principales vías de comunicación de Asturias con la meseta, y ello ya desde muy antiguo. En este sentido, hay que destacar la calzada romana, que parece fue hecha en tiempos de César Augusto. Muchos siglos más tarde, sobre tramos de la misma se trazarían futuras carreteras, como la que a finales del siglo XVIII proyectó Jovellanos a Castilla.

Esta importante red viaria, así como su progresivo mejoramiento, también fue debida, ya desde la Edad Media, a la circunstancia de que por Mieres discurriera un tramo muy principal de la ruta jacobea, siendo Mieres del Camino, su capital, quizá la única población asturiana cuyo nombre alude, ya desde muy antiguo, al Camino de Santiago.

Este desarrollo de las comunicaciones vino a coincidir, en el último tercio del siglo XVIII, con el descubrimiento del carbón en algunas zonas del concejo, como fue el caso de Brañanocedo, por encima de Santullano, dejándonos Jovellanos la noticia de que el mismo se estaba utilizando, por aquellas fechas, para fabricar la cal que se estaba empleando en la construcción del puente de Santullano.

No será, sin embargo, hasta el año 1.840 cuando podamos hablar del proceso de industrialización de la comarca, cuando la misma alcance altos vuelos. Y es que la presencia de yacimientos de hierro y de hulla en la zona, materias primas necesarias para alimentar los altos hornos, y de carbón, así como las abundantes aguas del rio Caudal, necesarias en toda la industría, y la posibilidad, más tarde, de la construcción del ferrocarril, fueron decisivas en este proceso. El auge que adquirieron la industría y la minería por aquellos años justificó la creación, en el año 1.855, de la Escuela de Capataces de Minas, establecida en Mieres del Camino, como así, también, la instalación en nuestro concejo de varias empresas extranjeras, principalmente inglesas, francesas y belgas.

El ferrocarril -de Lena a Gijón se abrió en el año 1.874 y el Vasco-Asturiano en el año 1906- contribuyó, de una manera decisiva, al progreso industrial y minero del concejo de Mieres, cuyo proceso culminaría en pleno siglo XX. Pero sería también a la sombra de esta industria donde la población de Mieres crecería a gran ritmo, así como los principales núcleos de población, transformando aquella forma de vida agrícola y ganadera, en la que tenían una gran importancia el clero y las casonas solariegas, en otra más acorde con los nuevos tiempos, que traerían mejoras en el nivel de vida, pero también otro tipo de injusticias, que motivarían importantes movimientos sociales sobre todo a lo largo del siglo XX.

Alberto Montero Prieto.
Historiador mierense.


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