EL TOPÓNIMO <<MIERES>>
El siguiente texto está extraído del libro “Noticias históricas sobre Mieres y su concejo” (pp. 25-31), cuyo coordinador es Julio León Costales y que fue editado por el Ayto. de Mieres en 1995.
El origen etimológico de la palabra Mieres seguirá siendo un enigma indudable hasta que algún ilustre filólogo venga a clarificarlo. Otra dificultad casi idéntica llega a originarla ese apellido «del Camino» que sigue al nombre de esta villa. En las actas de las antiguas juntas y diputaciones del Principado de Asturias, a las que concurrió alguna vez nuestra localidad como villa eximida de la jurisdicción de Pola de Lena, existe también bastante confusión en ese aspecto. Así en el acta de la junta celebrada el 11 de marzo de 1605, se habla únicamente de Mieres, mientras en otra, relativa a la sesión del 20 de marzo de 1605, se menciona a «Mieres del Camyno», escrito con esa ortografía. Otro tanto ocurre con los documentos que se hallan en el archivo del Ayuntamiento de Oviedo. En dos de ellos, fechados en los años 1454 y 1484, se escribe «Mieres del Camino», mientras que en la mayoría, sean anteriores, coetáneos o posteriores a dichas fechas, se concretan únicamente a mencionar la villa de Mieres.
En 1790, cuando Mieres adquiere gran importancia con motivo de construirse la carretera de Castilla, ni en los itinerarios, ni tampoco en las relaciones de obras y distancias, hallamos más que «Mieres», sin adjetivación alguna. En los diarios del ilustre Jovellanos, tan íntimamente vinculado en ocasiones a nuestra localidad, sólo a Mieres se menciona. Fue más tarde, en el año 1836, al crearse la entidad municipal autónoma, cuando se habla de Mieres del Camino como capital para mejor distinguirla del Mieres concejo. Pero la tendencia de las gentes a la brevedad ha hecho que eso «del Camino» fuese perdiendo con el tiempo actualidad e interés. Ahora, se vuelve a lo de Mieres del Camino en una sana ambición de revalorizar lo tradicional que no deja de ser siempre curiosa y atractiva.
Hay un hecho evidente que puede contribuir a justificar el sobrenombre «del Camino» aplicado a Mieres. En nuestros días pudiera preguntarse: ¿De qué camino? Y la respuesta sería: Del Camino de Santiago. Desde que existen libros parroquiales de San Juan, siglo XVII hasta el XIX, siempre figura la denominación: «Parroquia de San Juan de Mieres del Camino». Y es de tener en cuenta la existencia de una hospedería de peregrinos en Mieres, sita en la Villa, cuyo primer libro del Hospital data de 1666, y que vino prestando servicio hasta 1839. Se trata del Hospital Asilo de Santa Catalina, y los inmediatos a Mieres estaban situados en Villallana y Olloniego.
Tolívar Faes escribe sobre una «Alberguería del Puente de Mieres», donada ya en 1186 al monasterio de San Vicente de Oviedo, es de suponer que viniese desempeñando su función desde algún tiempo antes, siendo también probable que esta antiquísima alberguería haya guardado relación con el hospital que en Mieres existía todavía a finales del siglo XVIII, que sin duda es el mismo «hospital del lugar de Mieres» al que se hace referencia en cierto legado en 1636, a la vez que se hace otro a los malatos de la Rebollada.
En los siglos X al XV, de gran devoción, fueron muy frecuentes las peregrinaciones a Santiago de Compostela y a San Salvador de Oviedo, que era la más importante del Medioevo, después de la de Santiago, remontándose a esa época la conocida frase de:
«Quien va a Santiago y
no va al Salvador,
sirve al criado
y deja al Señor»
Casariego escribe a propósito de este camino: «En Ujo existía un hospital popularmente conocido por «La Alberguería». Allí en Ujo, se juntaba otro camino secundario que bajaba del Puerto de San Isidro, al este de Pajares; en buena parte esta senda recorría el cauce del río Aller, que se cruzaba por un puente en las inmediaciones de Mieres, puente que ya existía en el siglo XII. Mieres era centro importante para las peregrinaciones y la arriería, y por eso se llamaba «Mieres del Camino». Por el puerto del Padrún se proseguía a Olloniego donde existía otro puente antiguo de cinco arcos».
Fausto Vigil se refiere a un documento del archivo de la catedral de Oviedo por el cual «el obispo don Juan con el Prior y cabildo de su iglesia donó a un Martín Arias y a Pedro Juárez, una heredad en el monte Copián de cruz a cruz entre las iglesias de Aguilar y Santa María de Copián, para fabricar allí un hospital en que hospedar a los peregrinos y defenderlos de los ladrones que andaban allí continuamente por ser desierto».
Este documento es de junio de 1220 y lo cita el Sr. Miguel Vigil en su «Asturias Monumental…» diciendo que llevaba cláusula de los Martín Arias y Pelayo Juan: «habían de edificar y establecer en ella un hospital para alberguería de pobres, reservándose el patronato».
En este camino existió también una leprosería a la que se refiere Casal: «En el monte Copián, concretamente en la Rebollada, ya hubo en el siglo XII un hospital de leprosos o malatos. Precisamente don Rodrigo Álvarez de Asturias, conde de Noreña, lega a los lagrados de la Rouellada que es en Llena, cuatrocientos maravedíes por su alma. Todavía en el siglo XVIII, gracias a la generosidad de los marqueses de Camposagrado, existía en la Rebollada un hospital para leprosos. Posiblemente por mantener esta obra de beneficencia, se otorgó a los señores Bernaldo de Quirós el patronato en dicha parroquia».
En el mencionado lugar se conserva reformado el edificio, cuyo barrio se denomina la Malatería.
La noticia histórica más lejana que hace concreta referencia a Mieres se halla en un códice del siglo IX, fechado el 20 de abril del año 857, que figura en la colección conocida por Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis, perteneciente al archivo catedralicio de la capital.
No prueba esto, ni mucho menos, que el hombre dejara de habitar, en épocas remotas, las laderas verdes de nuestras montañas, y viviera entonces cerca de los riachuelos que llevaban aguas cristalinas, desaparecidos unos por las labores mineras y otros, que bajan ahora ennegrecidos, por el carbón.
El origen, la etimología de esta palabra Mieres, fue desde siempre muy discutida, y hubo, y hay opiniones casi para todos los gustos.
Desde el «Mio eres» de las viejas leyendas mierenses, que ponen, en boca del conquistador, su frase de dominio, después de derrotar a los moros, que no habrán estado aquí más que como siervos, según consta en algún viejo documento, hasta la opinión de don José María Escandón, que en su «Historia Monumental del Heroico Rey Pelayo y sucesores, en el trono cristiano de Asturias», impreso en Madrid en 1862, dice procede Meres, Mieres, de la tribu de Merari hijo de Leví, uno de los levitas más famosos por sus hazañas. En Mitología Mere, es sobrenombre de Minerva y Meres, madre de los dioses y de las diosas.
Se escribe en el códice a que anteriormente se hace referencia, que Meres es un territorio cruzado por el «flumen Alier» (río Aller, Caudal en estos días). La palabra territorio resulta un tanto confusa en aquellos tiempos del medievo, pudiendo entenderse en su significación geográfica. El territorio de Meres comprendía indudablemente lo mismo el valle que su sistema orográfico
Ese nombre de Meres no deja de sugerir bastantes problemas. Porque ¿cuál es su verdadera etimología? ¿Comenzó así a llamarse nuestra zona después de iniciada la Reconquista? Si, como parece, tiene un claro origen latino, ¿subsistió y ha sido aceptado en la época visigoda?
Además de nuestro Mieres, en territorio asturiano existen los de Mieres de Limanes y de una aldea en la parroquia de San Julián de Cazanes, en el concejo de Villaviciosa. Sin embargo el pueblo de Meres, en el término municipal de Siero, mantiene firme la denominación que ya tenía hace siglos. Cabe pensar, ante esta triple coincidencia, que lo mismo aquí como en aquellas otras dos localidades, hubo algo que motivó ese nombre de Meres, que ofrece tantas dudas en la época actual.
Eladio G. Jove, en el capítulo dedicado a Mieres, en «Asturias», de Canella y Bellmunt, da, si bien como nada probable, la opinión de Piferrer de que el nombre de Mieres se formó de Mier, valle antes de las Asturias de Santillana y hoy de la asturiana Peñamellera, donde tienen su antiguo solar los de este noble linaje.
De sobra se sabe que en todo esto de los nombres de los pueblos y de la formación de los apellidos, hubo una influencia recíproca. Porque unas localidades han tomado el nombre de sus fundadores, mientras en otros casos, los nombres de las localidades han informado los de los apellidos. En muchos pueblos de la montaña leonesa -que estuvieron unidos al Principado de Asturias hasta el año 1833- , existen bastantes personas que tienen el apellido Mieres, prueba indudable de que sus antecesores eran oriundos de este concejo. Pero de ningún modo puede admitirse que el linaje de los Mier haya dado nombre a estas zonas, cuando Meres es muchísimo más antiguo que la noble familia montañesa.
También se discutió la posibilidad de que procediese de Mier, que según el Espasa, tomo 35, página 83, es pago de tierras, que por lo común se siembran alternativamente, de frutos que requieren mucho abono y trabajo, y de los que no requieren tanto. Es voz asturiana.
Corominas, en su magnífico «Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana», tomo tercero, página 371, aventura una supuesta etimología, haciéndola proceder de miera – trementina, resultante de un cruce del latín myrrha -mirra con merus- vino puro; cruce explicable por la costumbre romana de mezclar el vino con mirra. El primer documento en que aparece, es un uno de Sahagún de 1253, y de aquí, quizá se pasará a «llovizna, niebla, húmeda», en particular a la que daña al centeno, acepción que tienen mera y merada en Galicia, y que podría haber dado Miera en Santander y Mieres en Asturias.
Pero, la que parece, con mucho, la más aceptable, es la planteada por José Manuel González, que la deriva del hidrónimo meramero, con /e/ abierta, que a veces diptonga en posición tónica -miera, mieres- y, a veces, se inflexiona en posición atona -mirin, mirinas, miron- . Y parece lógico pensar que «mera-mero», en sentido puro, aplicado al agua, pasase a significar fuente clara, río claro, concluyendo por expresar río o zona de aguas claras, merced a la omisión del nombre genérico y a la sustantivación del adjetivo, y no podemos dejar de recordar, que Mieres, su vega, era hasta hace cien años un muestrario de aguas cristalinas. El río Grande, por el Oeste; el Uren -que luego se llamó Duró- por el centro, y el río Chuca o San Juan por el Este, pegado a Oñón -que es otro hidrónimo- hasta desembocar por La Peña en el Caudal. Y por si aún fuese poco, toda la parte central de la vega, todavía se llama hoy Los Lagos, prueba evidente de su antiguo destino.
Constantino Cabal, en su obra «Los Dioses de la Vida», dice que procede de «miyares», campo de mijo, derivación que no parece demasiado ortodoxa, teniendo en cuenta las leyes fonéticas y fonológicas.
El señor Represa en unos «Datos para la historia de Mieres», publicados hace años en «La Voz de Asturias», lo deriva de «Miliarias», sin duda por estar en la calzada romana que desde León se dirigía a Lugo de Llanera, y existir otro Mieres, en Gerona, en el partido judicial de Olot, que en un documento del año 834, aparece mencionado con el nombre de Miliarias, pero no parece aceptable por la misma razón anterior.
Todavía en el siglo X, año 916, se sigue llamando Meres a este valle. De dicha fecha se conserva un diploma en el convento ovetense de San Vicente, relativo a una donación de tierras (terras in Meres, capientes mediates tres) que se localizan dentro de este territorio. Pero la evolución definitiva de Meres a Mieres la encontramos en mitad del siglo XII, concretamente en el año 1149, bajo el reinado de Alfonso VII, en otro documento que se halla también archivado en el mencionado convento de San Vicente. Se refiere este último diploma a una participación de herencia («in territorio asturiensis… locum praedictum MIERES»), figurando ya nuestra villa con su actual denominación.
En este mismo siglo escribía don Pelayo, célebre obispo de la diócesis ove tense, un «Cronicón» o historia de los primeros reyes de León, digno siempre de ser leído a fin de ir conociendo el carácter de aquella titánica lucha para recobrar el solar patrio. Se dice en esta obra que «juxta momtem Coptarem» (Copian), vivía una «rústica fémina» de Mieres, llamada Velasquita. Era hija de unos pobres labradores, Martelo y Velalla, no siendo tan rústica y desagradable la doncella mierense cuando el monarca leonés Vermudo II se enamoró de ella. En tomo a la repetida Velasquita se ha forjado una verdadera leyenda. Porque mientras algunos escritores afirman que ha sido concubina del monarca ya citado, sostienen otros que estuvo casada legítimamente con el infante don Ordoño, llamado el «Ciego», hermano de la reina.
Otras muchas cosas pudieran escribirse en torno al nombre de Mieres, pero vamos a finalizar con las frases del conocido dibujante y escritor mierense Benxa, que sabe imprimir a sus escritos la gracia y fino humor en él característicos.
«No voy a hablar aquí de la etimología de la palabra Mieres. Sólo me permito comentar la asturianísima fonética del nombre. Al pronunciarlo nos parece articular alguna de esas palabras (enteres, maseres, paleres, de veres…) con desinencia bablística de la «e» para los plurales.
El nombre de Mieres es bonito y suave a la pronunciación. Casi dice «mieles». Es bello y de una belleza campesina, por lo que la palabra está mejor en la canción llamando a la villa «jardín de flores», que unido al título de cualquier industria».
BIBLIOGRAFIA: