LA ESCUELA DE CAPATACES

El siguiente texto está extraído del libro “Noticias históricas sobre Mieres y su concejo” (pp. 527-540), cuyo coordinador es Julio León Costales y que fue editado por el Ayto. de Mieres en 1995.

La industrialización en Asturias es un hecho íntimamente ligado con el desarrollo de la minería del carbón. La treintena correspondien­te a las dos últimas décadas del siglo XVIII y primeros años del XIX, período histórico en el que las corrientes ilustradas alcanzan en España su máximo desarrollo, se empareja con la proliferación de Socieda­des Económicas de Amigos del País, por toda la geografía nacional, brazos ejecutores de los criterios renovadores.

En Asturias, después de algún intento fallido, se constituye el 22 de junio de 1780, conforme a R.O. de 3 de junio del año, en los salones de la Audien­cia, la Sociedad Económica de Amigos del País del Principado de Asturias, presidida por don Andrés Carlos de Prado Cienfuegos, canónigo de la Cate­dral y Rector de la Universidad ovetense. Este acto protocolario responde, más que a verdadero interés y preocupación de unos integrantes por los pro­blemas asturianos, a las reiteradas presiones efectuadas por el Fiscal del Rei­no, el asturiano Don Pedro Rodríguez Campomanes, en su afán de impulsar el proceso industrializador de nuestra región, y, sobremanera, de aprovechar la riqueza que pueda representar la puesta en marcha, desde criterios mo­dernos, de la minería existente en el subsuelo de Asturias, en especial de la del carbón de piedra. Conforme a este criterio había oficiado, hacía tres años, al regente de la Audiencia, al objeto de que encargase la realización de las pertinentes investigaciones que permitiesen determinar del modo más completo características y potencialidad de las «canteras de carbón», cuya exis­tencia había llegado a su conocimiento.

Estos trabajos fueron realizados por el Conde de Toreno y el benedictino Buenaga, con excelentes resultados, hecho que animó a Campomanes, no sólo a recabar nuevos estudios e investigaciones, sino también a procurar poner en marchar la actividad minera, de la que sólo beneficios esperaba para su región natal. Con fecha 8 de marzo de 1780, escribe al regidor de la Audiencia en el sentido de que allane los obstáculos que en anteriores ocasiones habían impedido la constitución de una Sociedad Económica, similar a las establecidas en la mayoría de las regiones y poblaciones importantes del país, con cuyo medio espera que se generen las condiciones idóneas para la explotación de la riqueza mineral del subsuelo asturiano.

Uno de los miembros fundadores de la Sociedad Económica de Amigos del Principado de Asturias, es Don Gaspar Melchor de Jovellanos, gijonés, una de las personalidades asturianas más importantes, si no la más, del siglo. A su inteligencia preclara y clarividente, aúna una voluntad indomable y un afán de trabajo férreo, con el que acomete y remata las empresas que se propone, casi siempre con buen éxito; un acendrado amor a su tierra natal le ha hecho su valedor, en numerosas ocasiones, ante las más altas instancias de la nación, de proyectos en pro de Asturias. En la seguridad de que es necesario extraer el carbón que atesora nuestro subsuelo, presenta a la So­ciedad Económica, mediante discursos fechados el 22 de abril de 1781 y 6 de mayo de 1782, sendos planes de actuación, cuidadosamente pormenori­zados, en los que, con gran amplitud de criterio y profundo conocimiento de la realidad económica asturiana, expone las bases por las que debe guiar­se el futuro desarrollo económico de nuestra región. En la segunda de las comunicaciones propone la creación de un Seminario para el estudio de las Ciencias Naturales, en el que se doten cátedras de Matemáticas, Física, Quí­mica y Mineralogía, lo que permitiría el fomento de los últimos conocimien­tos científicos y adelantos técnicos entre los jóvenes asturianos. En el citado discurso llega a indicar que se alleguen los fondos precisos para que dos jó­venes, que estén realizando estudios en las materias anteriores en la provin­cia, sigan un ciclo de estudios de cuatro años en el Seminario de Vergara, el de mayor entidad de España en aquel momento, con ampliación posterior de estudios teórico-prácticos, otros dos años, en factorías similares a las que se instalarían en Asturias, en Inglaterra, Francia… Una vez concluido el ciclo de preparación teórico experimental, se harían cargo de las diversas Cáte­dras del Seminario. La Sociedad Económica, por desidia y pereza de sus aso­ciados, no consideró en ningún momento la importancia del plan propuesto por Jovellanos, el cual fue arrumbado sin ningún tipo de evaluación.

Pero don Gaspar, a quien no arredran dificultades ni circunstancias adversas, no ceja en sus propósitos. En 1789, al informar a la regiduría del Reino de una instancia de don Juan B. González Llanos sobre fomento y explotación de minas de carbón en Langreo y Siero, propone la creación de una Escuela de Matemáticas, Física y Mineralogía, que ya complementa con una Escuela Náutica. Posteriormente, 1791, conjuntamente con el ingeniero Casado de Torres, vuelve a informar sobre el particular, reiterándose en sus criterios anteriores, así como de la necesidad de su urgente implantación. Por fin, en 1792, sus esfuerzos y gestiones tendrán feliz resultado: las RR.CC. de 24 de abril y 11 de septiembre, ampliadas por las RR.CC. de 21 de noviembre y 12 de diciembre del mismo año, establecen una escuela en Gijón, en la que pueden adquirirse «los conocimientos científicos, que son absolutamen­te necesarios para el laboreo y beneficio de las minas, y para pilotos, que dirijan las naves». Jovellanos será el encargado de realizar los estatutos y el plan de estudios de la Escuela, que será residencia en unos locales cedidos gratuitamente por su hermano don Francisco de Paula, así como realizar los trabajos de organización precisa para su más pronta puesta en marcha. D. Melchor Gaspar de Jovellanos será trabajador incansable, vencedor de las dificultades de toda índole que diversos estamentos y personas opusieron al más rápido cumplimiento de las reales órdenes. La R.O. del 15 de noviem­bre de 1793, aprueba, definitivamente el establecimiento del Real Instituto de Jovellanos, que es inaugurado el 7 de enero de 1794, siendo iniciados los estudios de Náutica un año más tarde. Pese al esfuerzo creador de Jove­llanos y la laboriosa actividad de su hermano Director del Centro, y del claustro de profesores, fructificados en varias promociones de significados pilotos, la falta de profesorado idóneo y problemas de vario carácter, impi­den la implantación de la asignatura de Mineralogía, que no llegó nunca a impartirse.

Motivos políticos llevaron al traste, nueve años más tarde, a una de las actuaciones más inteligentes, y de mayores posibilidades de futuro, que se han producido en Asturias: la R.O. de 23 de Octubre de 1803, dispuso la supresión del Instituto Asturiano, estableciendo en su sustitución una Escuela de Náutica, idéntica a las restantes escuelas de la especialidad ya existente.

No cesarían los esfuerzos de los representantes gijoneses por dotar a su ciudad de cátedras en las que pudiesen desarrollarse las enseñanzas más con­formes con la industria minera naciente. Esta será la tónica seguida por las autoridades de Gijón, durante la primera mitad del siglo XIX. Más su trabajo no producirá efectos prácticos. Así, la cátedra de Química aplicada a la in­dustria del carbón de piedra, concedida en 1832, no llegó a ponerse en fun­cionamiento. Del mismo modo, en 1845, siendo ministro el asturiano don Pedro José Pidal, se concede por R.O. de 15 de noviembre, una Escuela teórico-práctica de Minería que será ubicada en Gijón y Langreo. En la villa gijonesa se desarrollarían las enseñanzas teóricas, y en la segunda las prácti­cas de aplicación. Se venía a completar la R.O. de 15 de septiembre de 1844, en la que se determinaba el establecimiento en Asturias de una «Escuela Prác­tica de Mineralogía», idéntica a la creada en Almadén. Pese a que en los me­ses de febrero y septiembre de 1846 fueron aprobados, respectivamente, los progresos de las diversas asignaturas que componían el Plan de Estudios, y el Reglamento de la Escuela, las enseñanzas no llegaron a iniciarse. Otra frustración más para los asturianos que, a pesar de su interés por seguir los criterios de Jovellanos, eran incapaces de poner punto final a la obra em­prendida, después de cincuenta años de haberla iniciado.

De nuevo se abre un camino a la esperanza: el artículo 39 de la Ley de Minas de 1849, determina la creación de Escuelas Prácticas de Minas en Al­madén y Asturias, para Ingenieros, Maestros y Capataces de Minas. Por R.O. de 1 de diciembre de 1853 se acuerda que la citada Escuela se sitúe en Mieres. En 1854 son aprobados el reglamento de la misma y los programas de las diversas asignaturas que componen el Plan de Estudios. El primer curso oficial fue el de 1854-55, en el que se matricularon 46 alumnos, siendo la segunda Escuela de Minas instalada en España, que ya había sido precedida por Almadén. Con la apertura de esta Escuela se iniciaba la solución de un problema que aquejaba a la naciente industria extractiva: la falta de personal cualificado autóctono. Así Gonzalo Castañón, en 1857 escribía un artículo publicado en el periódico ovetense «La Tradición»: otro de los inconvenien­tes con que Asturias tiene que luchar para convertirse en industrial, es la absoluta ignorancia en que se encuentran sus naturales acerca de todos los conocimientos necesarios para dirigir cualquier fábrica: así es que se ven precisados a buscar en el extranjero, maestros y oficiales, que como fácilmente se conoce, aumentan mucho los gastos sin que crezcan las utilidades. Gran parte del éxito de la instalación e inicio de las enseñanzas en la Escuela de Mieres, se debe a la generosa aportación del ingeniero de origen alemán, Guillermo Schultz Hesse Cassel (1800) Aranjuez (1877) había cursado los estudios de Ingeniería de Minas en la Universidad de Gottingo.

Desde 1826, en que se trasladó a Granada para realizar estudios prospectivos de la cuenca de las Alpujarras, hasta su muerte permaneció en España, a la cual admiraba y amaba entrañablemente, según sus propias manifestaciones. Al ser organizado el Cuerpo Nacional de Minas en 1833, es nombrado Inspec­tor de segunda clase con destino a los distritos de Galicia y Asturias. De esta fecha data su íntima vinculación con Asturias, que mantuvo durante toda su vida, y sobre nuestra región tratan los trabajos geológicos y de ingeniería más importantes de producción profesional. Ocupó diversos cargos de gran im­portancia, en la administración española, siendo el primer Director de la Es­cuela de Mieres, dado que de 1854 a 1857 era Director de la Escuela de Minas de Madrid, de quien dependían, las Escuelas de Mieres y Almadén. En 1849 redacta el reglamento y programa de las diversas asignaturas que com­ponen el Plan de Estudios de las escuelas recién creadas, procurando adap­tar las mismas a las necesidades específicas de nuestra minería. Como ya in­dicamos anteriormente, fueron aprobados en 1854. El pueblo de Mieres, agra­decido, le erigió un busto en 1898, por suscripción popular, que se conserva sobre un pedestal de madera en la escalinata principal del Ayuntamiento. Es obligatorio destacar la aportación, realizada por el periodista mierense D. Ramón Sampil y Díaz Valdés encargado por la superioridad de la organiza­ción de las tareas precisas para la iniciación de las tareas docentes.

Es interesante conocer algunas de las características, de admisión desarrollo de los estudios, asignaturas…, ya que representan la muestra más claro del valor de la utopía jovellanista y del conocimiento de la realidad asturiana por parte de Schultz. Para poder ingresar en la Escuela, debería tenerse una edad comprendido entre 20 y 36 años, y  obligatoriamente, ser minero, o realizar trabajos de carpintería, albañilería o fragua. El ciclo académico era de dos cursos, con clases semanales impartidas sábados y domingos, en los meses de Febrero a Noviembre, ambos inclusive.

Durante el desarrollo de los estudios el trabajo en la mina era obligatorio. Las asignaturas básicas qué se desarrollaban eran matemáticas, mecánica, dibujo, laboreo de minas y fabricaciones. Al final de los estudios, y conforme a las calificaciones obtenidas, se recibía la titulación de Capataz o Sub capataz de Minas. De la sabiduría de esta normativa baste decir que, en su inmensa mayoría, y con pequeñas modificaciones, resistió los embates de cien años de vida social.

En su primer asentamiento en Mieres, permaneció ubicado seis años, sien­do sus Subdirectores, en este período, don Pío Jorné Barreda (1855), don Juan Pablo Losada (1856), don Luis Fernández Loygorri (1857), bajo cuyo mandato fue trasladada a Sama de Langreo. La importancia fabril y minera que estaba adquiriendo la cuenca del Nalón, así como el desarrollo de las comunicaciones producidas por la carretera carbonera, hizo que, reunido el claustro de profesores de la Escuela de Minas en 1860, determinase solicitar su traslado a la vecina localidad de Sama, que al ser aceptado por la superioridad determinó su realización inmediata.

Escuela de CapatacesEn esta villa radicó hasta 1869, siendo sus Subdirectores, don Antonio Luis Anciola (1861), don Luís Fernández Loygorri (1866).y don Francisco Mateo (1867). En el año últimamente citado, y a pesar de la oposición de la Junta de Profesores de la de Ingenie­ros de Madrid, está ubicada en. Oviedo, donde permanece hasta 1874, año en el que, gracias, a las gestiones de don Luis Adaro, vuelve a instalarse, ya definitivamente, en Mieres. Es destacable el hecho de que el curso 1870-71 no fue lectivo, debido a los problemas políticos generados por el advenimiento de la 1ª República Española. En el período de permanencia en Oviedo, la matrícula disminuyó considerablemente, pudiendo inferirse en que la causa más significativa fuese la dificultad de desplazamiento de las personas que, reglamentariamente, podían cursar sus estudios en ella. Fueron sus Subdi­rectores, amén del ya citado don Francisco Mateo, don Tomás Molins (1872) y don Wenceslao Gómez (1873), bajo cuya dirección se realizó el traslado a Mieres.

Hasta finales del siglo XIX, varias novedades importantes se suceden. Por R.O. de 27 de julio de 1881 se modifica el Plan de estudios y la denominación de sus titulados. Se sustituyen los títulos de Capataz y Sub capataz de Minas por el de Capataces de Minas, Hornos y Máquinas. El ciclo lectivo comprende tres cursos, con ampliación de uno al plan anterior, estando compuesto el cuadro de asignaturas por las siguientes: Matemáticas, Topografía, Mecánica y Construcciones, Física, Química y Mineralogía y Preparación Mecánica, Geología, Dibujo Lineal y labores de Minas. Otro nuevo plan de estudio será implantado, por la R.O. de 30 de Junio de 1896. Sus novedades más importantes serán la ampliación del ciclo lectivo en un año más (duración de la carrera cuatro años), y la inclusión de la asignaturas de Ampliación de Topografía, Electrotécnica y Geometría descriptiva.

Son Subdirectores de la Escuela en este período, el ya citado Sr. don Wen­ceslao Gómez, que permanece en cargo hasta 1882, y don Jerónimo Ibrán, que ocupó el puesto desde la anterior fecha hasta 1904. En el mandato de éste último tiene lugar un hecho capital: la construcción de edificio propio. El continuado crecimiento de matrícula que se venía produciendo desde ha­cía años, y la necesidad de mayor espacio para poder desarrollar del modo más conveniente las diferentes materias de las distintas asignaturas, así co­mo la ineludible creación de laboratorios y talleres que permitieran desarro­llar las enseñanzas prácticas de acuerdo con la cada vez mayor complejidad de las nuevas técnicas, obligan a dar este paso.

El 30 de Noviembre de 1881, Don Jerónimo Ibrán solicita al Ayuntamiento de Mieres la construcción de un nuevo edificio que sirva de sede definitiva a la Escuela de Capataces de Minas, Hornos y Máquinas, que reúna las condiciones adecuadas para la enseñanza que el momento precisa. En terrenos propiedad de la Marquesa de la Isabela y Camposagrado, y de don Gaspar García Campomanes, mediante planos del profesor de la Escuela don Rafael González Ferrer, y gracias a la aportación económica del Iltmo, Ayuntamiento de Mieres y la Excma. Diputación Provincial, tiene lugar la edificación de la nueva Escuela, que será inaugurada el día 31 de Julio de 1884. Al acto asistieron diversas personalidades, entre las que cabe destacar Don Alejandro Pidal y Mon, que fuera Ministro de Fomento, Presidente del Congreso y de la Academia Española. Según nota de don Fermín Canella, la distribución del nuevo edificio era la siguiente: En la planta baja están instaladas las clases orales, sala de Dibujo, gabinete de Electrotecnia, cuartos de pilas y acumuladores, de la máquina de vapor y Observatorio de la declinación magnética; así como en el primer piso están los gabinetes de Mineralogía y Geología, de Física y química, de Mecánica y Labores con las oficinas y habitaciones de personas.

Un año más tarde el Ayuntamiento de Mieres y la Diputación Provincial, dotaron la Cátedra de Electricidad, con gran esplendidez, con aportación del material y medios de laboratorio moderno. (Eladio García Jove, dirá del mismo: <<Podrá contemplarse en esta misma escuela una instalación electrotécnica que es honra de Mieres y Asturias>>). En este periodo, la Escuela de Mieres adquirió gran nombradía por la excelencia y modernidad de sus instalaciones, y el elevado nivel de sus enseñanzas. Desde la fundación de la Escuela hasta el curso de 1903, habían iniciado sus estudios en el centro 1900 alumnos; de los que se habían titulado 408 (38 Sub capataces; 213 Capataces de Minas; 157 Capataces de Minas, Hornos y Máquinas).

En el plazo comprendido entre el inicio del siglo XX y el comienzo de la guerra civil en los años finales de la década del treinta, tres nuevos planes de estudios se suceden.

En 1908 se implanta un nuevo plan de estudios, que viene a ser una refun­dición de las dos anteriores. Vuelve a emitirse el título de Capataz de Minas, para el que son precisos tres años de estudios, y continúa vigente la titula­ción de Capataz de Minas, Hornos y Máquinas, en condición similar a la del plan de 1896. En 1910, el Ayuntamiento de Mieres, en solicitudes enviadas a los Ministros de Fomento y de Instrucción Pública y Bellas Artes, pretende un cambio de titulación para la Escuela de Mieres, demandando su conver­sión en Escuela de Ayudantes de Ingenieros de Minas, no alcanzando el éxi­to esperado su gestión. Vuelve a modificarse el Plan de Estudios en 1926, con dos titulaciones: Maestro Minero (estudios de duración bianual) y Ayudante Facultativo de Minas (ciclo de cuatro años), pudiendo accederse del primero al segundo al realizar los cursos complementarios. Es curioso ano­tar que de la titulación de Maestro Minero, la Escuela de Mieres no expidió ningún título. Nuevamente, en 1931, se producen modificaciones en la titu­lación y plan de estudios. Tras cuatro años dé enseñanza y 150 días de expe­riencia práctica se obtiene el título de Capataz Facultativo de Minas y Fábri­cas Metalúrgicas.

En el período reseñado fueron Subdirectores de la Escuela de Mieres, los siguientes ingenieros de minas: Don Tomás Tinturé Molins (1904). Don Antonio Sempan (1910), Don Marcelino Rubiera (1921), Don Juan Sitges Aranda (1928), Don Miguel Durán Walkinskow (1934) y don Gumersindo Junquera Blanco (1935). Con las autorizaciones pertinentes, y gracias a la colaboración económica del Ayuntamiento de Mieres, la Diputación Provincial y el Estado realizan dos pabellones, en 1926 y 1932, de dos escuelas de Vigilantes Mineros, sitas en Sama y Mieres (Santullano), siendo dirigido por un Jefe de Estudios, delegado del Subdirector de la Escuela.

Las cinco últimas décadas, como toda la historia anterior, han sido pródi­gas en hechos que han modificado sustancialmente la estructura y funcionamiento de la ya, en este período, centenaria Escuela. Pasemos a enunciarlos siguiendo un criterio similar al utilizado en los párrafos precedentes. Dos nue­vos planes de estudio vienen a añadirse a la larga relación anterior.

Es obli­gado indicar que ambos tienen características importantes que subvienen de modo fundamental al anterior régimen de estudios, adaptando la formación de los titulados a las características y el tiempo que les corresponde vivir. La Ley de Reforma de las Enseñanzas Técnicas, promulgada en 1959, esta­blece una nueva titulación (Perito de Minas y Fábricas Mineralógicas y Me­talúrgicas), y un nuevo plan de estudios, totalmente diferente al anterior. En él se eliminan las condiciones restrictivas que impedían seguir estos estudios a cualquier posible alumno no trabajador. Se elimina la prueba de ingreso, y se restringe el acceso al curso primero a todos aquellos alumnos que no sean bachilleres superiores o maestros industriales o maestros elementales y los oficiales industriales, en una vía que permita estos estudios a personal laboral. La duración del ciclo escolar es de cuatro años y el régimen de ense­ñanza es diario. La titulación admite tres especialidades: Explotación de Mi­nas, Metalurgia e Instalaciones Electromecánicas Mineras.

A partir del curso 1960-61, la Escuela pasa a denominarse «Escuela Técnica de Grado Medio de Peritos de Minas y Fábricas Mineralógicas y Metalúrgicas». En 1964, se producen nuevas variaciones que afectan a algunas de las condiciones anteriormente expuestas, pasando a denominarse Escuela de Ingeniería Técnica Minera, con un nuevo plan de estudios y una nueva titulación: Ingenieros Técnicos de Minas. La nueva titulación exige superar tres cursos de ense­ñanzas. Para poder matricularse es preciso haber superado el curso preuni­versitario o tener la titulación de Maestro Industrial y se elimina el acceso por un curso preparatorio.

Los dos primeros cursos corresponden a mate­rias comunes y en el tercero se imparten asignaturas relacionadas con la especialidad que haya elegido cada alumno, manteniéndose idénticas opciones a las del plan anterior. A partir de 1972 la escuela pasa a ser «Escuela Uni­versitaria de Ingeniería Técnica Minera»: La duración de los estudios y el sis­tema de accesos es similar al anterior. En el título, a la denominación de Ingeniero Técnico se añade la de la especialidad correspondiente, que ahora son Laboreo y Explosivos, Metalurgia e Instalaciones Electromecánicas Mi­neras (tres de los cinco que pueden realizarse). Este nuevo plan se impartirá en la Escuela de Mieres, con carácter experimental, durante el curso 1972-73, convirtiéndose en definitivo, para todas las escuelas de España, a partir de esta fecha.

Mediante un curso la actual titulación permite acceder al segundo ciclo de la Ingeniería Superior de Minas. En este período se producen varios cambios importantes en cuanto a dependencia funcional y administrativa.

Desde su fundación todas las Escuelas de Minas dependieron a los efectos anteriores de la Dirección de la Escuela de Ingenieros Superiores de Madrid, y su financiación corría a cargo de la Dirección General de Minas (Ministerio de Industria).

En 1965, al transformarse en Escuela de Ingeniería Técnica Minera, se produce un traspaso de obligaciones entre ministerios, y pasa a depender del Ministerio de Educación Nacional, quien nombra el primer Director de la Escuela de Mieres, que no sea el de la Escuela de Madrid: Don Gonzalo Gutiérrez Quirós, Dr. Ingeniero de Minas e hijo de Mieres. Hasta esta fecha han ocupado el cargo de Subdirectores, los siguientes: Don Eustaquio Fernández Miranda (1943), Don Cándido García Álvarez (1944), Don Ramón Pasquan (1946), Don Francisco de la Breña y Casal (1956), Don Gerardo Berjano Prieto (1958) Don Luis Berthier Torres (1959), Don Dionisio Muñiz Blanco (1960), y Don Moisés Ramón Rubio Herrero (1963).

En 1972, al convertirse en Escuela Universitaria se incluye en la estructura de la Universidad de Oviedo.

Otro hecho digno de mención es la creación de diversos centros filiales, que durante este período fue realizado, al objeto de suplir del modo más adecuado diversas carencias que se daban en la es­tructura del cuerpo social. Así, en 1941, una vez reabiertas las escuelas de vigilantes de Mieres y Sama, se constituyen dos Escuelas de Oficiales Mecá­nicos y Electricistas, ligados a los anteriores. Del mismo modo, en los años cuarenta, se crean en las principales poblaciones de las cuencas, hulleras de Asturias, Escuelas de Oficios Mineros. Todos los centros citados fueron ce­rrados paulatinamente en la década de los años cincuenta, al cubrir la mi­sión para la que habían sido creados.

En cualquier caso, hoy vuelve a deno­tarse su necesidad, con las adecuaciones precisas a las circunstancias de tiempo y situación. Como de especial relevancia ha de signarse el traslado de la Escuela de Ingeniería Técnica Minera a un nuevo edificio, ubicado en la prevista zona escolar de Mieres (su dirección es calle Reinerio García s/n) en Octubre de 1977.

En los años sesenta se produce una corriente de opinión, paralela en el tiempo a la creación de los estudios de Ingeniería de Minas en la capital de la provincia, favorable al traslado a Oviedo de la Escuela. Se justificaba, básicamente en la carencia de instalaciones capaces de albergar adecuadamente el incremento de actividad escolar que el nuevo plan de estudios había de generar. El pueblo de Mieres reacciona negativamente ante esta pretensión, y el Ayuntamiento de la villa, que a lo largo de la historia de la Escuela ha demostrado una generosidad sin limites, se vuelca, una vez más, en conseguir un nuevo edificio, para lo que cede el solar, conforme a la petición del Ministerio correspondiente, y se compromete a participar (de un modo totalmente voluntario), en el 50% del presupuesto de contrata, en el espíritu de que así se acelerarían los trámites de documentación, consignación construcción. Diversas vicisitudes, que no son del caso, retrasan considerablemente las obras, que concluyen quince años más tarde de haber iniciado la gestión. En la nueva Escuela han sido Directores además de Gonzalo Gutiérrez Quirós, que lo fue hasta su jubilación en 1985, Don Antonio Navas Ruiz (1985), Don Ángel Vidal Valdés de Miranda (1986), y el que lo es en la actualidad, Don José Luis Ibáñez Lobo (1986).

Digno de destacar es también, la celebración de los actos conmemorativos del primer centenario de la Escuela, que tuvieron lugar en septiembre de 1955, siendo Subdirector don Ramón Moreno, y los que rememoraron el 125° aniversario de su fundación, desarrollados en diciembre de 1980, bajo la di­rección de don Gonzalo Gutiérrez, ambos de modo brillantísimo y con gran repercusión nacional. En el otoño del año 1955, la fachada principal del edi­ficio de la Escuela de Facultativos, se adornaba con unos grandes carteles que decían así: «1855 1° CENTENARIO 1955».

El motivo ya se ha dicho; el objetivo último: comunicar a todo el pueblo de Mieres, que algo íntimo, entrañablemente suyo celebraba un centenar de años de vida, alegre y espe­ranzada en ocasionas, difícil en otros eventos, pero siempre ilusionada, tratando de satisfacer las necesidades de una comunidad que a través del tiem­po, se había implicado profundamente en ella, llegando a ser su propia esen­cia. Del amplio programa de actividades, desarrolladas en aquellas fechas son destacables, en nuestro criterio, dos: la exposición del Progreso Minero Industrial de Mieres que, ubicada en las naves de talleres de la Escuela de Maestría Industrial, sirvió para dar muestra de la potencialidad de nuestra zona en estos campos.

Y la placa que presidiendo la parte más noble de la Escuela: la escalera del vestíbulo principal del centro, fue inaugurada en estas fechas, dedicada en honor de los profesionales que habiendo estudiado en esta Escuela habían fallecido en accidente de trabajo. Esta lápida fue descubierta, después de un emotivo discurso, por el entonces Subdirector, don Ramón Moreno. Esta placa fue trasladada a la nueva Escuela, donde ocupa un lugar de honor. En la relación constan 23 compañeros de profesión, Se inicia con Don Juan Bautista García Muñiz (1902), y se cierra, hasta el momento, y Dios quiera que sea para siempre, con Don Indalecio Álvarez Mortera (1970).

Bajo los auspicios de S.A.R. el Príncipe de Asturias, que aceptó la Presiden­cia de Honor de la Comisión, y coordinadas por don Gonzalo Gutiérrez Quirós, Director de la Escuela a la sazón, presidente de Honor del Comité Ejecutivo, un grupo de Ingenieros Técnicos se encargó de la organización de los actos correspondientes a la conmemoración del 125° Aniversario de la fundación de la Escuela de Minas en Mieres.

El programa, denso y amplísimo, recogió actividades de todo tipo: exposición filatélica; exposición de pinturas y esculturas realizadas por ingenieros técnicos; ciclo de conferencias con la participa­ción de José María Lucía, Fernando Sánchez Creus, Antonio F. de Retana, Antonio García Argüelles y Alfonso Álvarez Miranda, con amplia y variada temática profesional; proyección de documentos técnicos; misa por los com­pañeros fallecidos; comida de hermandad; recital-concierto del Ochote Minero y el Coro Minero de Turón; brillantes actos de inauguración y clausura con destacadas participaciones y significadas presencias… Más, en mi opinión, dos son los hechos más destacados de esta conmemoración por el valor simbólico que representan.

En primer lugar, el descubrimiento de una placa, por el entonces rector Magnífico de la Universidad de Oviedo, don Teodoro López Cuesta-Egocheaga, en la que se destaca la fecha de inaugu­ración del nuevo edificio escuela, y las aportaciones del Ayuntamiento de Mie­res y el Ministerio de Educación Nacional a la realización de la misma.

Con ello, la Escuela de Minería, agradecía a la sociedad mierense, el que, en tan diversas ocasiones y con tan variados motivos, hubiera tenido la sensibilidad suficiente para dar el paso adelante en cada momento preciso, así como su generosidad demostrada en innumerables ocasiones en el devenir de la institución.

En segundo lugar, y sin marcar en ningún caso orden de prioridades, el acuerdo pleno del Ayuntamiento de Mieres, de fecha 29 de Diciembre de 1980, por el que se concede a la Escuela de Ingeniería Técnica Minera, la Medalla de Oro de la villa, y también, en la misma sesión, el acuerdo de nominar una calle de nuestra misma ciudad con el nombre de calle <<Facultativos de Minas>> (en la actualidad, <<Escuela de Capataces>>), con este acto, quiero entender, que el pueblo de Mieres, a través de sus ediles, testimoniaba el agradecimiento a una Escuela que, con su actividad, significaba la historia de un pueblo hecha día a día, y de unos profesionales que siempre tuvieron a honra haber estudiado en una institución genuinamente mierense, y que con su dedicación, esfuerzo y trabajó habían llevado el nombre de Mieres por todo el mundo. En estas fechas eran más de seis mil titulados por esta Escuela, y el prestigio alcanzado por la Escuela de Minería de Mieres, permite asegurar que sus titulados son los más considerados de toda España, a su nivel.

No quisiera concluir este trabajo sin reseñar que el viejo edificio ha servido de acomodo a múltiples actividades, allí realizadas en diversos momentos de la vida mierense, que con carácter excepcional tuvieron en la Escuela de Minas lugar donde poder desarrollarse. Así, en 1917, sirvió de alojamiento de soldados durante la <<huelgona>>, y también por aquellos años aproximadamente, sirvió como hospital de emergencia en la epidemia de viruela que sufrió Mieres. En el tuvieron sus aulas el primer Liceo Mierense y el Instituto de Segunda Enseñanza.

Asimismo, durante la revolución de octubre y la guerra civil fue habilitado como hospital. Ya en los últimos años, después de haber cumplido su ciclo docente, ha sido utilizado como archivo municipal, asenta­miento de la biblioteca pública Vital Aza.

Sala de exposiciones y otras dedi­caciones.

En la actualidad, tras una remodelación que ha levantado viva polémica, va a ser utilizado como Casa de la Cultura, próxima a inaugurarse, siendo ya utilizado como Escuela de Música, y a la espera de ser sede de la biblioteca municipal y algunos otros servicios.